"Vi una vez en un documental que la renovación total de la piel humana se completa cada siete años, es decir, la piel que tenemos ahora mismo no tiene nada en común, ni una célula, con la que teníamos siete años atrás. Pues esto que digo es lo mismo. Unas vivencias entierran a otras, unos pensamientos sustituyen a otros, unas emociones camuflan las emociones pasadas, y, sin ni siquiera proponérselo, nuestra inteligencia aprende a olvidar lo que más le interesa."
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"Yo dediqué una buena parte de la sesión a reflexionar sobre esos trocitos de palomita de maíz que se quedan pegados en la parte de atrás del paladar, y sobre su parecido con el absurdo miedo a la muerte que tanto me ha obsesionado en los últimos tiempos. Esos trocitos son muy molestos y perseverantes. Siempre están ahí, haciéndote creer que, hagas lo que hagas, nunca podrás prescindir de ellos. A veces consigues olvidarte durante un rato, pero enseguida reaparecen con toda su desfachatez, y entonces, en medio del cine, decides meterte la mano en la boca, el puño, la pajita de la coca-cola, el papel de plata de la chocolatina hecho un canutillo, un trozo de cartón del propio recipiente para las palomitas, y todo resulta mucho peor, porque aparte de no enterarte de nada de lo que ocurre en la película, consigues obsesionarte mucho más y hacerte un daño tremendo en las comisuras de los labios de tanto abrir la boca para introducir objetos de toda especie. En algunas ocasiones un simple trozo de palomita ha conseguido amargarme la película entera. No sé si el miedo a la muerte podrá amrgarme la vida entera. Espero que no. Algún día me lo tragaré y los ácidos gástricos lo reblandecerán hasta disolverlo. Y si no tengo que esperar siete años, mejor."